Australia, uno de los principales productores y exportadores de carbón, cerró su planta más antigua de producción de energía con este mineral, en medio de un ambicioso proyecto de transformación hacia las renovables, un camino sinuoso que pondrá a prueba tanto la capacidad del sector como la economía del país, altamente dependiente de estas exportaciones.
Liddel, ubicada a tres horas de Sydney, suministraba el 10% de la electricidad usada en el estado de Nueva Gales del Sur, el más poblado del país oceánico, que ha sido durante largo tiempo uno de los principales productores y exportadores de carbón.
Durante años, los sucesivos gobiernos se negaron a actuar contra esta industria clave para la economía de Australia.
Sin embargo, la creciente presión de la opinión pública para abordar la crisis climática, junto con la llegada del Partido Laborista al poder el año pasado, pusieron en marcha una transformación hacia las energías eólica y solar.
Actualmente, solo un 30% de su electricidad procede de fuentes limpias, pero los laboristas prometieron en campaña alcanzar el 82% para 2030.
Liddel no es la única planta de carbón en proceso de reconversión: la mayor instalación del país, la de Eraring, también dejará de funcionar, aunque lo hará en 2025, mientras que otras lo tienen previsto para la próxima década.
Si bien estos cierres pondrán a prueba la capacidad del sector renovable para ocupar el lugar de las energías fósiles, un informe gubernamental indicó que el país va en buena dirección.
El Operador del Mercado de la Energía de Australia señaló que niveles récord de producción de electricidad renovable, en su mayoría solar, estaban reduciendo las emisiones contaminantes y los precios.
El experto en finanzas climáticas Tim Buckley aseguró que Australia, por sus condiciones naturales, tiene todos los ingredientes para convertirse en una superpotencia de energía renovable.
El desafío será almacenar esta energía y transportarla en largas distancias hasta las zonas habitadas, advirtió.
Para el experto en energías renovables de la Universidad Nueva Gales del Sur, Mark Diesendorf, la “verdadera contradicción” es que pese a la nueva estrategia verde, la economía australiana todavía depende de las exportaciones de carbón y gas y el Gobierno mantiene en su agenda decenas de proyectos de gas, carbón y petróleo.